El viaje de Carlota

Carlota tiene días buenos y días menos buenos, como todos, pero a diferencia del resto de mortales conoce un método infalible para cambiar de humor y de suerte.

Si las cosas se tuercen, lo deja todo y se dirige a la parada de bus del 34 de la Plaça Mossèn Jacint Verdaguer, sube al autobús y baja como nueva en la parada de Benet Mateu – Manuel de Falla. Durante el trayecto desaparecen los dolores de cabeza, las preocupaciones y los problemas se esfuman.

Los recuerdos del 34 se remontan a mucho tiempo atrás, a siempre. De niña tomaba el 34 con mamá y el nene (suena algo ridículo pero así es como llamaba ella su hermano) para ir a la escuela, entonces todos los días eran buenos, incluso los de lluvia y los de viento.

Cuando cambiaron de escuela siguieron tomando el 34 cada cumpleaños de Carlota y hacían el mismo trayecto, era un viaje fantástico, mejor que ir en avión o subir en un barco.

Ahora, Carlota, sólo hace su pequeño viaje en 34 cómo medicina milagrosa de todos los males.
Una vez en el bus, y después de saludar y sonreír al conductor, recorre todo el pasillo hasta el final, se sienta, si hay sitio, si no se queda de pie, y mira a la calle. Cada edificio, cada árbol, cada peatón o coche le parecen fantásticos, como si fuera la primera vez que ve todo aquello, porque de hecho, fue en el 34 donde descubrió Barcelona y el Mundo.

Carlota nació en los asientos del fondo del bus número 34, un día que mamá acompañaba a nene a la escuela. Cada trayecto es un pequeño viaje en el que todo empieza de nuevo.

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